

CERRAR LAS PUERTAS NO SIGNIFICA CERRAR EL ALMA
Por: José Hoover Vanegas Garcia
Entonces cerramos las puertas, con llave desde adentro, en este caso no se trata de que alguien invada el espacio, aunque de alguna manera también eso se puede esperar. Pero el significado de las llaves, poder darle seguridad a la casa, o en las cárceles en donde quien tiene las llaves está por fuera de la puerta se invirtió, no es necesario cerrar las puertas con llave, pero genera más seguridad aun estando adentro, es posible que haya alguien sonámbulo que salga de noche y peor, que deje la puerta abierta, eso también se puede esperar. Las ventanas también se abren intermitentemente pero no deja de llegar la sensación de que el virus también puede tener alas. La casa cerrada, encierra vida, limita movimientos, comienza a tener otros sentidos, ya no es la construcción epifánica del mundo en miniatura, ahora es una miniatura.
Solo cuando se puede comparar con la apertura original del mundo es que tiene sentido que la casa es la cincelación del espacio abierto para ser habitado por los cuerpos vivos; la casa en tanto el ajuste del mundo para que se acople al tamaño del cuerpo ya no tiene el mismo significado. Ahora el techo parece más bajo, las distancia entre la sala, habitaciones, baños, cocina, y patio parecen ser más cortas; se tienen la sensación que las escalas han disminuido los peldaños. Pareciera como si todo el espacio quisiera arrumarse en el cuerpo, como si todo el espacio que circunda se tatuara de apoco en la piel de la carne del cuerpo, y éste ya no tuviera que salir de sí mismo para recorrerlo. Como si el espacio de la casa estuviera siendo consumido por sus habitantes.
Los pasos se acortan, se achican no hay que hacer un esfuerzo para caminar despacio, el cuerpo se relentiza, no hay afán, no hay premura, el cuerpo se acopla al tiempo de la casa. Los movimientos de la casa y del cuerpo entran en controversia, pero no por mucho tiempo, el cuerpo se empieza dejar ganar por la inercia de la casa. Lo grande o lo pequeña de la casa o apartamento, en estos momentos no tienen significados económicos y menos topográficos que se puedan medir con un metro; ahora es la habitabilidad, ahora es la manera como cada uno ha sido en su casa, como cada quien a cultivado y cuidado su morada. Ahora se trata de habitar y no solo de estar. La casa gana muchas batallas, en estos tiempos genera seguridad, protección, refugio, cuando no secretos que solo la intimidad conoce, reconoce y guarda en lo más profundo de la piel de la memoria.
El significado es al sentido lo que el estar es al habitar, el primero nombra una estadía vacía de sentido, nombra solo la forma en que un objeto está en un espacio, como un libro encima del escritorio o una silla en un salón de clase, ambos elementos son pasivos, simplemente ocupan un lugar en el universo, en el aula de clase o en la casa; pero el segundo, el morar es actividad, ocupación, cuidar, no solo el cosmos, el aula de clase sino nuestra casa. Lo habitable es tal porque se cuida y se cuida porque se cultiva, por ello los seres humanos no tienen ambiente, sino mundo, morada, habitalibilidad. La casa en el encierro se revela o se hace más consciente como morada, en cuanto al aula de clase la pandemia hace que se cambie el aula física por una virtual, esto es, hace que el estar se transforme, pero no hace que no se pueda habitar. Desde la virtualidad podemos construir la morada de la educación, nos ha tocado cambiar el estar, y también la morada que se tenía acostumbrada, pero podemos habitar la formación desde la existencia notificada y representada, el otro aun existe y no podemos invisivilizarlo.